En la plaza Conde Casares en el pueblo de Malleza, concejo de Salas, se encuentra la iglesia de San Juan. Tiene una curiosa cúpula redonda de color verde. Resulta que está revestida de baldosines de piscina de ese color.
Delante de la iglesia hay un viejo árbol que hoy es poco más que un tocho. Apoyada en ella descansa una antigua bicicleta furruñosa. Cuentan que su dueño emigró a Cuba y dejó al cuidado de la bici a un guaje.
El guaje desapareció y del cubano no se supo más. La que permanece es la bicicleta, testigo oxidado del paso del tiempo.
Resulta que es tan sagrada para los vecinos de Malleza como la propia iglesia: no se toca ni en las fiestas del pueblo, por San Juan. Ese día el trasgu hace de las suyas, pero la bici, ni tocarla. Aunque para evitar tentaciones, la ponen a buen recaudo hasta que pasa la fiesta.
los rituales, las tradiciones nos brindan la maravillosa oportunidad de pararnos por un momento y darnos cuenta de que los pequeños gestos, las pequeñas cosas son lo que nos une al resto de la humanidad; un abrazo grande, grande Mis Perendengues!!!
ResponderEliminarLa Petita Teixidora
hace años me habían contado algo pero no con tanto detalle, gracias por compartirlo
ResponderEliminarMe gusta mucho esta entrada.
ResponderEliminarA ver si el que se dejó la bici es mi otro abuelo asturiano (no sé si te conté q el papi de mi mami también es asturiano, jejeje) que se fue a vivir a cuba cuando escapó de allá.
Antes de que me preguntes te aviso que no tengo idea de dónde era, ya me averiguaré.
Me encantan estas historias...
ResponderEliminar