Hoy os muestro mi herencia de
las manos que me enseñaron a ganchillear (parte, porque otras cosas que mi abuela dijo siempre que eran para mi... ya se encargaron las aves de rapiña de hacerlo desaparecer, como tantas otras cosas que tampoco eran para ellas; ésas que cuando se las necesita nunca están, pero para dedicarse a liar siempre están dispuestas... sin que nadie las reclame, con su lista de preferencias...).
Ésta preciosa caja de infusiones Pompadour del año catapún chimpún que...
...en su interior contiene cordón de goma, cremalleras, velcros, hilos, cinturillas, carros de cremallera, cierrapolleras (así lo llamaba mi otra abuela, la asturiana, que era modista), gomas, hilos de bordar...
...y esta labor a ganchillo de redecilla que parece una boina, cosa que me extraña por la finalidad en mi abuela, y que me inclino más por una bolsa para cocer los garbanzos dentro del cocido y así tenerlos controlados a la hora de servir...
... y este
tupper ware...
...con hilos, un estupendo kit de agujas de coser con largos, grosores y ojos diversos (las que yo tengo hacen un grato favor a los oculistas...), tijeras, centímetro, jaboncillos, dedales...
...más hilos de coser en la segunda planta...
... estos enhebradores, el blíster de botones (siempre me hizo gracia esta presentación), una pedazo de aguja de fierro de las que usaban para los colchones, creo, y esta aguja de ganchillo XXL de aquellos tiempos...
... y una colección de dedales, que me quedan un poco grandes (mi abuela era de manos grandes y largas uñas pintadas siempre de rojo) y este tubo de optalidón lleno de agujas laneras y de bordado, de punta roma, ahora sí que voy servida...
Estos enhebradores automáticos siempre me hicieron mucha gracia.